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viernes, 13 de junio de 2014

La niña de 8 años que jamás creció.


  "Tiene la misma piel, la piel de un bebé. Nunca ha cambiado" -dice su madre.
Jamás ha crecido, ni crecerá. No puede comer sola; necesita pañales y una cuna. Igual que cuando nació. Y algo más.
Gabby Williams de Billings, Montana, tiene 8 años de edad, pero pesa solo 12 libras, menos de seis kilogramos. No ha crecido en toda su vida, no ha envejecido. Su condición asombra a los científicos. Para algunos de ellos, Gabby puede contener en su cuerpo el secreto para detener el envejecimiento, para interrumpir el deterioro del cuerpo que viene con la vejez, y quizás para detener la vejez misma.

  No supieron siquiera, los expertos, que era posible no envejecer – ni crecer – hasta que, dos años atrás, los padres de Gabby se dirigieron a la comunidad científica preguntando qué le pasaba a su hija. Y no pudieron comprenderlo hasta que, paulatinamente, comenzaron a llegar informes de otros casos similares: un hombre de 29 años que asemeja físicamente 10. Una brasileña tendrá dos, a lo sumo tres años, y todo parece bien, aunque sus facciones son un tanto extrañas. Pero no es un bebé; es una mujer de 41 años.

  Hace más de un año, se publicó la historia de Brooke Greenberg, nacida en 1993.
"En la actualidad Brooke tiene 19 años, pero tiene dientes de leche, siete kilos de peso y 75 cm de estatura: es una mujer atrapada en el cuerpo de un bebé. Parece tener un año y medio o dos de nacida, no articula ni una sola palabra, no camina, no come por sí misma".

  En aquel entonces, su médico pediatra el Dr. Lawrence Pauka, contó que "cuando los demás médicos la ven piensan enseguida que se trata de una discapacitada de dos años".


¿Cómo es posible?

  “En algunas personas, algo les pasa y su proceso de desarrollo se retrasa”, trata de explicar Richard Walker, un investigador médico experto en el proceso de envejecimiento. “En ellos, la tasa de cambios corporables es casi inexistente”.
Esa tasa de crecimiento de esta gente es al menos cinco veces más lenta que la de otros. Sufren de sordera. No pueden caminar ni hablar.
Gabby necesitará siempre la ayuda constante de su madre, que trabaja en la oficina de un dermatólogo, y su padre, un agente carcelario del estado de Montana.

  La historia de Gabby llegó por primera vez a los medios hace alrededor de un año. Desde entonces han surgido ante la luz pública nuevos casos.
Para Walker, la clave del misterio científico de estos individuos radica en su código genético, que ni él ni los otros científicos han logrado descifrar. Un código quizás emparentado con el de los procesos que generan la demencia y el Alzheimer.  Aunque el cuerpo de estos individuos jamás envejece, la persona confrontará la muerte natural de la misma manera que todo el resto. Tampoco puede prevenir accidentes, ni las enfermedades de la vida.    
  
   Las investigaciones del Dr. Walker aclararon a los Williams que no deben temer que sus otros cinco hijos, cuyas edades fluctúan entre el año y los 10 años de edad, tengan a su vez descendencia con el mismo problema. “Es un gen mutante que sucedió de manera anormal”, dijo la madre, aclarando que no se transmite.

La familia Williams coopera en la investigación porque cree que con ello puede ayudar a la gente a confrontar en el futuro los problemas del envejecimiento, como el Alzheimer.

Por Andrea Vega Refojos.

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