Los
científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington
reclutaron a cuatro pares de mujeres que eran gemelas con edades entre 21 y 32
años. Una mujer de cada par era obesa, la otra tenía un peso corporal
saludable. Esta disparidad de peso ocurre en aproximadamente un 6% de los
gemelos en el planeta.
Después,
los investigadores recolectaron las heces, que contenían una gran cantidad de
microbios intestinales de estas mujeres, y consiguieron obtener una estrujadura
que representaba la flora intestinal única de cada mujer. A través de una serie
de pruebas, los científicos investigaron lo que sucedió al trasplantar esas
estrujaduras en los intestinos de los ratones que no tenían microbios.
Los
autores del estudio descubrieron que los ratones permanecieron delgados cuando
recibieron trasplantes fecales de las mujeres delgadas, pero empezaron a cobrar
volumen cuando las muestras procedían de las mujeres obesas. Las pruebas
revelaron que un tipo de microbio, de la familia bacteroides, era más abundante
en los intestinos de las mujeres delgadas y protegía a los roedores de ponerse
gordos.
En un
siguiente experimento, los ratones con los microbios de las mujeres delgadas
compartían una jaula con los roedores que tenían los microbios de las mujeres
obesas. Debido a la inclinación de los ratones por la coprofagia -la ingestión
de heces-, tal convivencia provocó una mezcla de los microbios intestinales.
Después de
que los ratones habían convivido 10 días juntos, los obesos empezaron a
adelgazar. Pero esto solo ocurrió cuando los animales fueron alimentados con
una dieta saludable alta en fibra y baja en grasas saturadas. Cuando la dieta
contenía mucha grasa y poca fibra, surgieron los problemas
Por Andrea Vega Refojos.
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